Instructivo (Ilustrado)

 El cuchillo debe estar bien afilado, eso es fundamental. De ser posible, debe elegirse siempre un escalpelo de cirujano o algún otro tipo de instrumento cortante similar, de hoja pequeña y muy afilada; si es curva mejor. Los cuchillos de cocina, las hachas y las motosierras no ofrecen la precisión necesaria para la tarea que estamos a punto de realizar. 

El primer corte debe practicarse sin titubeos, separando los nervios oculares del cerebro —lo cual facilitará la tarea enormemente: luego de desconectar los ojos, podremos ver mucho mejor—. Continuamos cercenando la membrana que une la pared interior del esternón con el corazón: localícela, sepárela y córtela. (La técnica más común para este propósito consiste en apoyar el dorso de los dedos índice y mayor de una mano —la izquierda si Ud. es diestro, la derecha si es zurdo— contra el hueso, apoyar el dedo pulgar directamente contra la aorta y, formando así una especie de pinza con los dedos, ejercer una leve presión en sentido opuesto: el pulgar hacia adentro y los dedos índice y mayor hacia afuera. La membrana aparecerá estirada y tensa, atravesando la cavidad que acabamos de formar, y con la otra mano podremos cortarla, con un movimiento rápido y fuerte, cuidándonos de no lastimar al corazón.) Esta suele ser la parte más dolorosa; se recomienda tener siempre a mano un trozo de cuero para morder en el momento de efectuar el corte y un poco de whisky para tomar, de un trago, inmediatamente después.

Continuamos movíendonos por el cuerpo, hacia abajo. A continuación nos encontramos con el cordón umbilical interno, atrofiado y seco. Un pequeño golpe con la empuñadura del cuchillo justo en la nervadura interior del ombligo, hace que el cordón se rompa como si fuera de cristal. (Luego de haber hecho esto se recomienda limpiar, soplando, los residuos carbonizados que pudieran haber caido a la cavidad interior de la pelvis. No hace falta separar los órganos sexuales. Más tarde, al desconectar el cerebro, las conexiones aquí existentes se disolverán por sí mismas). 

En las rodillas no hay nada. 

En los pulgares de los pies, justo debajo de las uñas, existen nervaduras de alta complejidad que no pueden ser separadas sin la ayuda de un profesional; aquí procederemos a cercenar los pulgares sin mayores miramientos. Bastará con corte que separe la falange distal de la falage media. Los pulgares muertos pueden descartarse.

Con ésto concluímos con la parte frontal. En el dorso solo existen dos puntos de unión, uno en el cóccix y el otro en la nuca. El del cóccix es complicado, ya que se encuentra enterrado varios centímetros dentro de la piel lindante. Existen varios métodos de separación; el más rápido consiste en cortar la piel en un círculo alrededor del hueso, sin demasiada delicadeza: la piel se secará y caerá por sí sola en el transcurso de las semanas siguientes. 

En la nuca hay una delicada unión en forma de hilo y para cortarla ni siquiera hace falta utilizar la navaja: simplemente tire de ella con fuerza, hacia atrás, y al mismo tiempo mueva la cabeza hacia adelante, con una especie de cabezazo o asentimiento seco: la unión se cortará como si fuera hilo de coser.

Por último, desconectamos el cerebro. Las uniones son múltiples pero fáciles de localizar; dependiendo del individuo pueden existir entre una y cincomil millones, y comunican la corteza cerebral con la parte interior del cuero cabelludo, atravesando el hueso como si fuera un colador. Aquí hay que armarse de paciencia y separar cada unión con un corte agudo, justo al ras de la parte interior del cráneo, cuidándose de no ejercer demasiada presión sobre la gran nuez. El procedimiento no es doloroso, pero dependiendo de la cantidad de uniones, puede tomar de unos segundos a varias semanas.

Por último, con el cuchillo siempre bien afilado, separamos la tapa del cráneo para poder así (¡por fin!), escapar de nuestra piel.


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