Esto también es parte del Islam

El siguiente es un artículo escrito por Hamed-Abel Samad en enero de 2016, y publicado originalmente en alemán, momento en el que Alemania se veía convulsionada por los episodios de acoso en manada ocurridos en la noche de año nuevo en Colonia y otras ciudades del país y protagonizado, en su mayoría, por grupos de jóvenes refugiados árabes. Diez años después, la discusión pública alrededor de la inmigración, la criminalidad y la integración de refugiados musulmanes en europa, continúa. La traducción es mia.


No es necesario pronunciarse sobre todos los temas. Sobre todo cuando todavía no se conocen todos los hechos y detalles del caso en cuestión. Hasta ahora no me había expresado sobre los sucesos de Colonia, porque este tema me toca emocionalmente y, como norma general, prefiero dar mi opinión antes que hacer pública mi conmoción. Aun así, quiero decir unas palabras sobre el tema del acoso sexual en general.

Soy oriundo de Egipto, donde el acoso sexual hacia las mujeres ha alcanzado niveles insoportables. Seguramente porque, al principio, este fenómeno se silenciaba o se minimizaba. Por un lado, no se quería admitir que en una sociedad supuestamente altamente moral y religiosa, muchas mujeres fueran acosadas sexualmente. Por otro lado, se tenía miedo a hacer peligrar el turismo, que era (y es) una de las principales fuentes de ingresos del país. Se llegó incluso a ir más lejos, culpando a las propias víctimas de este fenómeno por su actitud o forma de vestir. La hipocresía y el miedo llevaron a que un fenómeno menor se convirtiera en una epidemia. Hoy más del 95% de las egipcias relatan experiencias cotidianas de acoso y coacción sexual.

¿Esto no tiene nada que ver con el islam?

En mis libros he intentado explicar las causas de esta epidemia. He investigado, sobre todo, hasta qué punto este fenómeno tiene que ver con el islam.

En Egipto y Marruecos fui testigo de algunas muestras de acoso colectivo. En casi todos los casos no se trataba de jóvenes religiosos, sino de pequeños grupos, a menudo bajo los efectos de las drogas. Sin embargo, la moral sexual en estos países dicta que a un musulmán creyente le está prohibido siquiera tocar a una mujer, incluso si es su propia prometida. A los musulmanes estrictos les está prohibido dar la mano a las mujeres. Los salafistas en Egipto creen que un hombre no debe sentarse en el asiento del autobús que acaba de dejar una mujer, porque el calor residual de su cuerpo en el asiento podría excitarlo sexualmente.

Sin embargo —o quizá precisamente por eso—, no se puede decir que el acoso sexual no tenga nada que ver con el islam. Una religión con una moral sexual tan estrícta, con jerarquización y apartheid de género, es responsable de producir todo lo contrario de lo que predica, al considerar a la mujer como propiedad del hombre, como un peligro para la moral, o ambas cosas.

Hace 40 años, apenas había mujeres con velo en El Cairo. El acoso sexual en público prácticamente no existía. Hoy en día, casi ninguna mujer anda sin velo y, aun así, las mujeres son acosadas y manoseadas en plena calle. Lo mismo vale para Irán, Afganistán, Pakistán y la mayoría de los demás países islámicos (¡que encabezan la lista mundial de acoso sexual!). Incluso en la próspera Arabia Saudita el fenómeno está muy extendido. Se podría sospechar aquí una relación directa entre el velo y el acoso sexual. Sin dudas, esto tiene que ver con el islam real, pero no es solo eso. Porque también en la India esta epidemia está muy extendida. Tiene que ver, sobre todo, con las jerarquías y con una cultura en la que las mujeres son consideradas inferiores. Por eso no debe usarse a la India como ejemplo para relativizar el problema entre los musulmanes.

Estrellas porno en Internet

Los jóvenes en el mundo islámico han crecido en una dualidad. En casa y en la mezquita se les educa en una moral estrícta. Hombres y mujeres apenas tienen la oportunidad de construir una relación sana y simétrica entre sí. En internet, en cambio, descubren un mundo en el que no existen límites entre hombres y mujeres: un mundo en donde la moral, aparentemente, no existe. Así, no sorprende que los países islámicos encabecen la lista de pasíses que más pornografía consumen. Y esta dualidad crea una relación perturbada de hombres hacia mujeres. Por esta dualidad, también, están afectados muchos jóvenes musulmanes que viven en comunidades cerradas en Europa y que, al mismo tiempo, están expuestos a las tentaciones de una sociedad abierta, en mayor grado aún que los musulmanes que viven en los países árabes.

Desde hace años somos testigos de un importante fenómeno de disolución en el mundo árabe. Eso conduce a una mayor individualización. A través de los procesos de disolución e individualización se han acelerado cuatro fenómenos: el terrorismo, los movimientos de protesta, la emigración y el acoso sexual. Los cuatro pueden atribuirse al rápido cambio social. Ni el Estado ni la familia pueden ya cumplir con las promesas que les habían hecho a sus miembros. Ni el Estado ni la familia son capaces de controlarlos. Los cuatro grupos se sienten despojados, por sus propios países y por el mundo entero, de su derecho a una vida digna. Entonces salen a la calle o al mar y quieren conseguir por la fuerza lo que creen que les corresponde.

Muchos jóvenes árabes abandonan sus países en ruinas y llegan a Europa. La mayoría de ellos solo quiere vivir en paz y prosperidad. Pero muchos de ellos también traen consigo la plaga de aquella dualidad: vienen con la esperanza puesta en Europa y, al mismo tiempo, el desprecio hacia sus valores. Con concepciones morales ultra-conservadoras, pero también con un fuerte deseo de libertad y liberalidad. Y una vez en Occidente, de pronto, ha desaparecido la comunidad que pueda vigilar su conducta moral; entonces pierden el control, se organizan en pequeños grupos y forman comunidades de reemplazo. Algunos se convierten en salafistas, otros en vendedores de drogas, ladrones callejeros o acosadores de mujeres. Unos ven en los hombres europeos solo a los cruzados que quieren destruir el islam; otros ven en las mujeres (en todas las mujeres occidentales) a las actrices porno que antes consumían en internet: prostitutas que no merecen su respeto.

¡Tenemos que hablar!

Alemania no debe repetir ahora el error que cometió Egipto. Por miedo a generalizar o a ser instrumentalizados por la extrema derecha, se ignoran las advertencias. Por supuesto, no todos los musulmanes ni todos los refugiados pueden ser responsabilizados por el delito de un pequeño grupo, pero precisamente esa mayoría de musulmanes es ahora la que debe, por fin, ocuparse de estos problemas dentro de sus propias comunidades.

¡En lugar de olvidar a las verdaderas víctimas tras cada incidente y repetir lo muy «pacíficos» que son, ellos mismos y el islam, como si la repetición de ese mantra fueara modificar la realidad! Como parte de la comunidad, creo que nos merecemos más honestidad respecto a la moral sexual, y a la potencial violencia del islam.

Y si Alemania no quiere que los temas del islam y los refugiados sean instrumentalizados por la extrema derecha, entonces hay que llevar estos temas al centro de la sociedad y hablar de ellos abierta y honestamente. Ya se trate de fundamentalismo o de acoso sexual, de rechazo a la integración o de criminalidad: tenemos problemas serios. ¡Encubrir y edulcorar solo empeorará todo!

¡Sra. Merkel, Sr. Ministro del Interior, actúen!


Hamed Abdel-Samad es un politólogo, historiador y autor germano-egipcio. Hijo de un Imam Musulmán y ex-miembro de la Hermandad Musulmana, a los 23 años migró a Alemania, en donde desarrolló su carrera académica. Tras la publicación del libro «Mein Abschied vom Himmel» («Mi abandono del cielo») en donde relata el abandono de su fe, un grupo instauró una fatwa en su contra. Actualmente vive bajo protección policial.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *