El arte de transformarlo todo para que todo siga igual

Ayer, Jorge Bergoglio (también conocido como «Papa Fransisco») pubicó su Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia („La alegría del amor“), recibida con entusiasmo por la prensa, la crítica y el público en general. Hay quienes —en un evidente exceso de entusiasmo—, hablan de un „cambio de paradigma“ en la posición de la iglesia ante ciertas constelaciones familiares modernas. Nada más alejado de la realidad.

La anunciada „apertura“ de la iglesia no llega de la mano de este documento. De entrada, Bergoglio nos recuerda que „la representación de la pareja humana en su realidad fundamental“ es „la del hombre y la mujer“ (§10) Así, quienes esperaban algún signo de acercamiento, o al menos tolerancia con las familias estructuradas de forma no-tradicional, se verán tempranamente decepcionados.

Muy por el contrario, de manera elíptica pero indiscutible, Bergoglio hace uso de la exégesis 1 (que sigue siendo el método preferido, aunque a todas luces tosco) para manipular sus propios textos sagrados, hacer como si la misoginia fuera producto del „pecado original“ y, aún así, presentárnosla como voluntad divina y por ende, ineludible. El truco consiste en hacer como si la biblia dijera que „Dios describe“, cuando en realidad —o mejor dicho: según la lectura oficial del texto mitológico— la biblia afirma: „Dios exige“.

¿Qué exige Dios? En el caso que nos ocupa, nada más y nada menos que la dominación de la mujer por parte del hombre (sí, aquí el binomio „Hembra/Varón“ sería más apropiado). Dice Bergoglio:

La Palabra de Dios es testimonio constante de la dimensión oscura [de la relación de pareja] que se abre ya en los inicios cuando, con el pecado, la relación de amor y de pureza entre el varón y la mujer se transforma en un dominio: «Tendrás ansia de tu marido, y él te dominará» (Gn 3,16).“ (§19)

Nótese que, más allá de que „describa“ o „exija“, la realidad teológica no se cuestiona; ni por Bergoglio, ni por mucho menos por Fransisco. Con la nueva redacción nos queda la duda si Dios decidió en algún momento la sumisión de la mujer al hombre o si por el contrario, dicho orden natural era preexstente a su voluntad, lo cual remite a uno de los problemas de la teodicea 2, pero no viene al caso: las cosas son como son y como siempre fueron. Y punto 3.

Y así todas y cada una de las más de doscientas páginas de ese panfleto de cuarta, lleno de intolerancia, rebosante de desprecio a la modernidad y muestra cabal de una patología muy específica, una que ataca también a aquellos varones de su propio club que (ahora sí) que se privan —voluntaria y posiblemente dolorosamente—, de llevar una existencia normal en donde haya lugar para el amor, la familia y el sexo.

Amputados así de una parte necesaria y fundamental de la experiencia humana, estos individuos se creen con el derecho —y hasta quizás con el deber— de postular diagnósticos sobre el estado de la sociedad en lo referente a esos temas (cuestiones que, como acabo de mencionar, nunca tuvieron ni el placer de disfrutar, ni la suerte de —sí: suerte— padecer), y de publicar dictámenes normativos sobre la conducta sentimental, familiar y sexual de las demás personas. Y sin embargo, al mismo tiempo, con la inquebrantable convicción de que La Verdad les ha sido revelada. Menuda ezquizofrenia.

Mientras leía el documento, luego de soportar una larguísima y por demás tediosa introducción (puesta ahí con la intención evidente de auyentar al lector ocasional no-iniciado), no pude dejar de sorprenderme de la enorme cantidad de análisis pseudosicológicos y pseudosociológicos que constan en él: la —a estas alturas, eterna— „pérdida de valores“, la „soledad“, la „violencia“, la „angustia“, la „pérdida de sentido“ (en una palabra: „el mal“ que —según la religión en general y la iglesia católica en particular— acecha a las „sociedades modernas“) tienen su origen incuestionado en el „idividualismo“, la „libertad mal entendida“ (sic!), el „debilitamiento de la fe“, y así sucesivamente.

Repetido todo esto, una y otra vez, con una confianza y una solvencia más acordes a la exposición de hechos probados y respaldados por investigaciones, estadísticas y teorías científicas, que a la mera opinión de un señor mayor que se viste con túnicas y bonetes y cree en espíritus, en fantasmas y en milagros. Quizás no haya sido del todo claro: Jorge Bergoglio es un señor mayor que se viste con túnicas y bonetes y cree en espíritus, en fantasmas y en milagros 4. Que las muchas y escatológicas muestras de respeto a la investidura de este señor, mostradas por tantísimas personas alrededor del planeta con un automatismo que por muy compartido no es menos feroz, no nos hagan olvidar este singular detalle.

Bergoglio, si bien por momentos menciona que la autenticidad, la búsqueda de la felicidad individual y la libertad son valores modernos que —siempre dentro de límites muy estrechos—, pueden conducir a una vida más plena, no pierde oportunidad de remarcar que esos valores (la libertad, el individualismo y la autenticidad) deben someterse a un control estricto, estar „bien orientados“, „bien entendidos“, „ser disciplinados“, no „degenerar“ 5.

Así, descubrimos que la prometida la modernización y aggiornamiento de la iglesia de manos del Señor Bergoglio ocurre, como siempre, a velocidades homeopáticas. El enorme entusiasmo del público en general y de la prensa mundial en particular, comparable a la recepción del Concilio Vaticano II, sufre del mismo sesgo cognitivo colectivo del que todavía goza la crítica de aquel congreso, que consisitió en una reunión desesperada para mostrarle a los fieles que, luego de casi veinte siglos y estancamiento dogmático e institucional, sus necesidades eran (¡por fin!) tenidas en cuenta; pero que al mismo tiempo, puertas para adrentro, fue muestra de una reafirmación de la Inmutabilidad de La Palabra 6.

En escencia, podría describirse la „Exhortación…“ como un documento (otro más de los tantos) oscurantista, antimodernista, anticultural, anticientificista y antilibertario. Con un discurso, claro, no tan abierto como lo eran las bulas de los papas del siglo XV, porque tanta franqueza sería suicida. Además porque —concedámosle algo de humanidad a los actuales Príncipes de la Iglesia— probablemente haya una gran cuota de cosmovisión sincera en este tipo de discursos crípticos, que podrían resumirse en la sentencia „la libertad está bien, pero debe ser bien encaminada para que no se convierta en perjudicial“ o más directamente: „puedes hacer lo que quieras dentro de los siguientes límites“. (Quien determina esos límites son ellos; pero si ellos están sinceramente convencidos de que en realidad el delimitador es ni más ni menos que Dios, ¿Cómo no entender su pose de mártir y comprender que realmente están ASÍ de locos?)

Si bien la Exhortación Apostólica está dedicada al público en general, también está dedicada a los obispos en particular: en este sentido, el documento define la posición de Bergoglio sobre ciertos temas y marca la agenda; la dirección hacia donde va a marchar la iglesia bajo su… reinado. También marca el cierre del sínodo episcopal (una especie de congreso consultivo entre los obispos y el papa) que se celebró para tratar un tema tan espinoso como desconocido para todos sus participantes.

Lamentablemente, el texto es tan largo y tan penoso que pocos fieles se tomarán el trabajo de leerlo (y mucho menos, de leerlo críticamente) y les llegará en cómodas dosis, diluídas y edulcoradas, de la mano del respectivo „pastor“ o de la mano de los medios de comunicación (quienes, inexplicablemente, siguen muy enamorados de Bergoglio, y hablan de esta bazofia de texto, escencialemnte medieval, oscurantista y antihumanista, como si se tratara de un mensaje revolucionario que pretende hacer borrón y cuenta nueva con casi veinte siglos de violencia institucionalizada, misogionia, homofobia y esclavismo). Pero los obispos lo leyeron palabra por palabra. Y los obispos entienden.

La revolución llegará cuando también los fieles lean, y entiendan.


Dejo aquí algunas citas. El contexto está aquí.

La biblia nos ofrece „la representación de la pareja humana en su realidad fundamental. […] la del hombre y la mujer…“ (§10)

„Es la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen la vida de la familia y su íntima comunión de vida y de amor. […] La Palabra de Dios es testimonio constante de esta dimensión oscura que se abre ya en los inicios cuando, con el pecado, la relación de amor y de pureza entre el varón y la mujer se transforma en un dominio: «Tendrás ansia de tu marido, y él te dominará» (Gn 3,16)“ (§19)

„..hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares […]“ La autenticidad „es un valor que […], mal orientado, puede crear actitudes de permanente sospecha, de huida de los compromisos, de encierro en la comodidad, de arrogancia. La libertad, […] si no tiene objetivos nobles y disciplina personal, degenera en una incapacidad de donarse generosamente. […] El sentido de justicia, mal entendido, convierte a los ciudadanos en clientes que sólo exigen prestaciones de servicios“ (§33)

„En el fondo, hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada uno juzga como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades, valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse.“ (§34)

„En algunos países, especialmente en distintas partes de África, el secularismo no ha logrado debilitar algunos valores tradicionales“ (§38)

„No debemos „dejar de advertir la decadencia cultural que no promueve el amor y la entrega. […] Me refiero, por ejemplo, a la velocidad con la que las personas pasan de una relación afectiva a otra. Creen que el amor, como en las redes sociales, se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente.“ (§39)

„Las crisis matrimoniales frecuentemente se afrontan de un modo superficial […] Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana“ (§41)

„La Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto. Estas medidas son inaceptables incluso en lugares con alta tasa de natalidad“ (§42)

„El debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa en algunas sociedades afecta a las familias y las deja más solas con sus dificultades.“ (§43)

„La virginidad tiene el valor simbólico del amor que no necesita poseer al otro, y refleja así la libertad del Reino de los Cielos […] La virginidad y el matrimonio son, y deben ser, formas diferentes de amar, porque «el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor»„ (§161)

  1. „Exégisis“ es el intento de darle a la „palabra santa“ la interpretación que más nos convenga, o dicho más precisamente: los intentos de la Iglesia por torcer el significado de sus textos sagrados cuando el simple paso del tiempo y la realidad los desnuda en todo su absurdo. La definición académica del término es más florida y pareciera indicar lo contrario; lo cual sería posible si la biblia fuera realmente la palabra de Dios… pero no.[]
  2. Lo moralmente bueno, ¿Es bueno porque Dios lo dice? ¿O Dios lo dice porque es bueno?[]
  3. Un lector crítico podría pensar que estoy cuistionando obviedades y que no reparo en que según las palabras del papa, la relación de dominación se inicia debido al pecado original. Pues bien: dicha relación causal entre el pecado y la relación de poder entre los géneros, ¿Responde a un orden natural o a un capricho divino? El problema persiste.[]
  4. como si fuera poco, también es filocomunista, anticapitalista y autodeclarado peronista, que para quienes no lo saben es una especie sudamericana y muy singular del fascismo europeo de mediados del siglo xx, que —sin el componente antisemita pero con casi todas sus demás características intactas—, todavía goza de excelente salud en las vapuleadas democracias latinoamericanas. Pero eso es otro tema[]
  5. véase Bergoglio, Jorge, Op.Cit. §33[]
  6. Yo los entiendo. Dentro de la lógica religiosa, hay cosas que no pueden ponerse en duda, bajo ningún concepto, porque debilitarían las bases mismas de la institución que consisten —básicamente— en que la gente debe CREER ciertos disparates sin poder ofrecerle un motivo mejor que el viejo „porque lo digo yo“. Realmente es increíble, sumamente triste, y no pocas veces profundamente dramático que sigan existiendo. Pero ese es otro debate[]

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